Cantabria: relatos de un chico del Mediterráneo 

Aunque mi abuelo paterno era Asturiano y emigró a Valencia siendo un adolescente, yo nací y me crié en Valencia. Me gusta mi tierra y voy frecuentemente, además de para ver a mi familia, porque me siento muy a gusto y me hace revivir muchos recuerdos de la niñez. Dicho esto, de un tiempo a esta parte debo reconocer que Cantabria ha ido poco a poco compitiendo con mi tierra, haciéndose un hueco importante en mi corazón mediterráneo. 

Cantabria es una tierra que he ido conociendo a través de mi mujer Adriana, que además de ser cántabra, no se corta un pelo en pregonarlo a diestro y siniestro. Durante todos estos años ella siempre ha estado muy orgullosa de su tierra, contándome lo especial y preciosa que es. Lo cierto es que una vez te adentras y vas conociendo la región, sus culturas, tradiciones y su gente, descubres que tiene algo que te hace regresar. No es casualidad que toda la gente cántabra con la que he coincidido en estos años, la mayoría de ellos en otros sitios fuera de Cantabria, piense como ella y también tenga un vínculo muy fuerte con su tierra.

A veces bromeo con Adriana diciéndole que la persona que inventó el lema “Cantabria Infinita” no pudo haberlo descrito mejor, pues a pesar de ser una comunidad relativamente pequeña, ofrece mucho más de lo que te imaginas en un principio. La “tierruca”, como la llaman los cántabros, ofrece infinidad de planes en naturaleza tanto con playa como montaña, si bien un fin de semana recorres una de las cientos de rutas de la región, al día siguiente descubres, casi por casualidad, una playa absolutamente espectacular como la Playa de Gerra, una de las playas más maravillosas de Cantabria con vistas al fondo de los Picos de Europa, algo único que te deja completamente cautivado. Cantabria también tiene en su gastronomía rituales sagrados, como quedar antes de comer para el vermú y comerse unas rabas. Por cierto, al vermú se le llama “Marianito” (vermú con hielo y un trozo de naranja, a ser posible) si quieres intentar hacerte pasar por una persona local.

En verano, una de las principales diferencias con respecto a la región del Mediterráneo y del sur de España es que por las noches la temperatura baja hasta el punto de refrescar, por lo que te puedes encontrar por la tarde-noche tomando unas cervezas con sudadera después de haber pasado el día entero en la playa. Incluso en pleno julio, cuando en Valencia hay días con temperaturas de 40 grados, es posible que tengas que rescatar una manta para la noche, algo que agradezco siempre que estoy en el norte.

Aunque Valencia es y será mi tierra siempre, mis amigos bromean con que me estoy sacando el carnet de cántabro (Requisitos para conseguir el Carnet de Cántabro/a), pues Cantabria me ha ido conquistando poco a poco, primero a través de mi mujer y ahora su "tierruca". 

Esta fuerza y halo especial que ofrece Cantabria es lo que nos impulsó a lanzar juntos Villa Pacheca, un proyecto personal donde hemos puesto todo nuestro cariño e ilusión. 

Ubicada en los Valles Pasiegos, la casa ofrece una experiencia natural y gastronómica 360º, donde poder vivir el entorno rural de Cantabria, con pueblos preciosos como Ontaneda y Alceda con sus obradores tradicionales o Santillana del Mar a 20 minutos, visitar yacimientos arqueológicos como la Cueva de El Castillo a 15 minutos, y a menos de 40 minutos en coche bañarse en playas preciosas como la Playa de la Arnía, Playa de Liencres o la Playa de Comillas. 

Todo ese cariño e ilusión con la idea que nuestros huéspedes puedan disfrutar de la infinidad que Cantabria tiene que ofrecer.

 

Firmado: Germán, co propietario. 

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